Veamos que se atribuye el germen de su aparición a la formación militar en los Estados Unidos para la participación en la 2° Guerra Mundial, que se caracterizaba por la búsqueda de procesos eficaces y por la utilización de recursos técnicos. Asimismo, la conceptualización de la TE como campo de estudio en particular, surgió en la década del cincuenta, también en los Estados Unidos, y se relaciona con la trascendencia de los medios masivos de comunicación, los estudios del aprendizaje humano a partir de la teoría conductista, y la producción industrial. En este primer periodo, se consideraba que la TE tenía como objeto de estudio la introducción de materiales y recursos de comunicación para incrementar la eficacia en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Es decir, que se equiparaba a la TE a los recursos y materiales aportados.
En los años setenta, la T.E. tenía un enfoque técnico-racional, orientado a la programación de la enseñanza, y a los mecanismos de evaluación o acreditación. Se entendía como una herramienta para diseñar programas educativos de modo científico, sistemático y racional. Fueron las críticas surgidas a partir de esta segunda posición, referidas a la limitación del proceso de aprendizaje a estándares unidireccionales, así como también la caracterización sin perspectiva reflexiva, sin aportes de la sociología curricular, entendiendo la actividad como un proceso sin ideologías subyacentes, lo que llevó a definir los parámetros actuales de la disciplina, con un enfoque integral.
Por eso, sostenemos que tener en cuenta el contexto resulta fundamental. De algún modo, podríamos decir que la disciplina es hija de su tiempo. Hoy la tecnología educativa no se explica reduciéndola al rol de proveedora de recursos o medios, como así tampoco orientándola exclusivamente como diseñadora de programas eficaces para la enseñanza y el aprendizaje. La tecnología educativa, como disciplina pedagógica, interactúa con otros espacios, como la didáctica y la sociología de la cultura, permitiendo de este modo estudiar y utilizar las tecnologías de la información y de la comunicación como credenciales de ingreso a los conocimientos, que se encuentran contemplados en un currículum, y que forman parte de la tríada contenido-docente-estudiante y, por ende, de los procesos de aprendizaje y de enseñanza, en un espacio social, cultural, ideológica e históricamente determinado, y en un contexto educativo.
Por último, siguiendo en este punto a LITWIN, y refiriéndonos puntualmente a las TICs, reconocemos su doble carácter de herramientas y de entorno, con funciones varias, como motivar, mostrar, organizar información, ilustrar (2005, p. 6).
En
los tiempos que corren, adquiere aún mayor importancia atender al contexto: en
virtud de la pandemia que estamos atravesando, se ha resignificado el rol de
las TICs en particular y, probablemente también, de la tecnología educativa
como disciplina. Respecto a las primeras, ese doble carácter referido, de
herramientas y de entorno, se ve con claridad: incluso el contexto
aúlico-presencial ha debido trasladarse, por razones de fuerza mayor, al
entorno hogareño-virtual. Allí, han cobrado relevancia algunas TICs, como la
evaluación virtual (que será objeto de las próximas entradas), antes quizás más
reservadas para algunas modalidades educativas, y ahora con una cotidianeidad
que nos hace pensar en sus posibilidades y oportunidades por delante. ¡A
descubrirlas!.
Litwin,
E. (2005). “Tecnologías educativas en tiempos de Internet”. Amorrortu Editores.
Moreira,
M. (2009). “Introducción a la tecnología educativa”. Universidad de La Laguna.
Siemens,
G. (2004). “Conectivismo: Una teoría de aprendizaje para la era digital”.
Licencia CreativeCommons 2.5.
Comentarios
Publicar un comentario